CUENTO SOBRE LA IRA

 3:33 de la madrugada del 23 de julio de 1984. Un conductor pasa por la carretera y avista una columna de humo que proviene de una cuneta apartada en un cruce.  

  • Emergencias Walmart, dígame.

  • ¿Podrían mandar una ambulancia a la ruta US 285 desde Denver hacia Brighton? Un coche se ha salido a la cuneta en la oscuridad, no puedo hacer mucho, el vehículo está en muy mal estado, dense prisa por favor.

  • Sí, claro, la ambulancia llegará en unos 15 minutos. Usted mire por favor si la persona está consciente o no, si se da el caso de que sí lo está, intente hablar con ella y ver si responde bien.

  • Gracias - dijo - lo intentaré - en eso sonó un golpe justo antes de colgar la llamada.


Al cabo de 12 minutos, llega una ambulancia junto a un equipo de bomberos. Tras largos minutos de intenso trabajo, consiguen sacar a la víctima del vehículo.


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18:17, en un barrio de Denver y en una casa de una familia obrera, ruidos y discusiones provenientes del interior se llegan a escuchar desde la calle…

  • ¡Iré a esa fiesta! ¡Ya soy mayor de edad! -decía el hijo mayor, Rick

  • ¡Ya basta! - dice su padre con furia - ¡Es mi casa y mando yo! - mientras da un golpe en la mesa.

Enfurecido, subí rápidamente a mi habitación y cogí todos mis ahorros. Bajé de nuevo al salón y me dirigí a mi padre.

  • Si no me dejas tú, ¡iré por mí mismo! 

Cogí las llaves del coche familiar a escondidas y salí con rapidez hacia la calle, dando un portazo que resonó por toda la casa.

  • ¡¿Dónde vas?! ¡Vuelve aquí, ahora! - dice el padre tras verle salir con las llaves a toda prisa.

Salí corriendo a toda velocidad al coche y, en cuanto pude, arranqué el coche y salí del garaje llevándome por delante la puerta .

Entre lágrimas de arrepentimiento, llamé a mi amigo Paul y pasé a buscarle a la esquina de su barriada.

  • Monta, bro, que nos vamos de party - dijo Rick. 

Mientras Paul montaba yo me dedicaba a contar el dinero que llevaba encima, calculé que tenía más o menos 150 dólares. 

Llegamos a la fiesta sobre las 10 de la noche tras varias paradas para fumarnos el paquete de tabaco que habíamos comprado en el primer estanco en el que paramos.

Cuando llegamos al lugar de la fiesta una camarera nos ofreció las primeras copas de la noche… ¡Era una noche prometedora!

Conocimos muchas chicas a lo largo de la noche, algunas más guapas que otras… pero todas apetecibles.

Tras una larga noche de alcohol, sexo y drogas, quedé rendido y tuve que irme a casa. Pensé que sería mejor irme a un hotel de Brighton para no verle la cara a mi padre y tener que discutir con él.

Iba muy rápido, sin control ninguno… no entendía qué me pasaba, de vez en cuando miraba el indicador de velocidad y este marcaba los 180 km/h.

En algún momento de despiste y cansancio (aunque no sé si fue por el efecto de las drogas) daba pequeñas cabezadas y redirigía el coche. 

Tras largos minutos en esa sinuosa carretera, de repente noté cómo mi teléfono empezaba a vibrar en mi pantalón. Lo cogí sin precaución ninguna y vi que era mi padre el que estaba al otro lado de la llamada. Descolgué la llamada sin pensar siquiera en el cabreo que tenía con él, pero en cuanto oí esas palabras y ese tono de voz cabreado (de nuevo) de mi padre, la ira brotó en mi interior. Sin haber llegado a colgar todavía, lancé el teléfono por la ventanilla con tanta fuerza que acabé por soltar las manos del volante…


Una semana después, mi padre, todavía arrepentido por haber causado la muerte de su propio hijo, la discusión que acabó con mi vida, delante de una lápida con un nombre y una fecha muy concreta: Rick Davis, 23 de julio de 1984.





Natalia, Daniel García y Nerea.

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